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Me preocupa cuando elementos específicos de las Escrituras se interpreten dependiendo de factores que están impregnados en nuestra mente y de alguna manera modifican el razonamiento. Es precisamente por eso que hace un par de años yo personalmente decidí “formatear» mi mente —usando una nomenclatura computacional— y volver a estudiar la Biblia con ojos frescos y una mente relativamente libre de prejuicios. Naturalmente que, al igual que al reformatear el disco duro de una computadora, hay elementos básicos que volverán y que son necesarios como parte del sistema operativo. Hay cosas que no olvidaremos y en eso agradecemos a Dios que haya puesto en nuestros padres, o nuestra antigua iglesia el disciplinarnos con el estudio de los libros de la Biblia, sus historias, autores, geografía, cronología bíblica, etc.

De paso, habiendo sido profesor de música en el pasado, aprendí que no necesitas estudiar 6 o 12 años para ser un músico. Los años de estudio te proveen simplemente las herramientas con las que podrás canalizar esas capacidades que ya traes dentro de ti aún antes de poner un pie en el conservatorio. Esto no se aplica a todo por supuesto pero bien nos da la pauta de que no necesitas ser un prolífero escritor, un teólogo, o un académico para investigar, deducir y decidir lo que serán tus propios principios a seguir.

Estudiar la Biblia es fascinante cuando lees esos maravillosos versos libre de presiones o de buscar satisfacer pensamientos ajenos y tratando de encontrar, por medio de una relación personal con el autor, el trasfondo de lo que Dios tiene allí para ti. Hace unos días estuve leyendo el capítulo 2 de Santiago. La sección que comienza después del verso 14 generalmente está titulada como “La fe sin obras es muerta” o algo similar. Recuerdo desde pequeño haber escuchado predicaciones sobre este capítulo con la consabida ilustración del bote con dos remos, uno representando la fe y el otro, las obras. Generalmente se usaba este ejemplo para indicar que la vida cristiana necesita tanto de la fe como las obras. Ahora, por alguna razón —puede que haya sido yo solamente el que lo veía así, no lo sé—, casi siempre el énfasis en las obras estaba en cosas que tenemos que hacer y cumplir como cristianos, como seguir tradiciones, guardar los mandamientos, cuidar nuestro comportamiento como hijos de Dios y/o aún la forma de vestir o la música que debemos escuchar. Naturalmente esto varía de iglesia en iglesia.

Sin embargo al leer ahora con una mente más libre de pensamientos externos, encontré que los versículos 15 y 16 hablan específicamente de nuestra forma de reaccionar cuando vemos necesidad en las personas alrededor nuestro. Y el verso 17 concluye diciendo que si no hacemos nada por el necesitado o el que sufre, nuestra fe no sirve de nada, está muerta. Esto me recuerda las palabras que me impresionaron cuando, hablando acerca del rey Josías en Jeremías 22: 16, Dios decía de él: “Defendía la causa del pobre y del necesitado, y por eso le fue bien, ¿Acaso no es esto conocerme? — afirma el Señor —”.

No digo que haya otros elementos que se puedan deducir de este capítulo en Santiago, pero lo cierto es que aquí está hablando específicamente de nuestra responsabilidad con el desamparado o de cómo nuestra fe se transforma en acción. El resto es solo invención, repetición, o costumbre puesto que, al leer la Biblia como un todo, arrolladoramente el énfasis de la palabra «obras» está asociada nada más que a preocuparnos por el necesitado. De hecho este capítulo me enseñó que la fe no es solo un sustantivo sino que, figurativamente, es un verbo. Aprendí que la fe ES acción. Y no solo acción de la forma en que yo asociaba el término “obras” en el pasado. Puede que de rebote implique alguna de las acciones positivas que los cristianos realizan en general, pero la fe de este capítulo habla de actuar cuando ves una necesidad delante de ti. Fe significa literalmente olvidarse de uno mismo y pensar en los demás. Fe significa tomar un plato de comida y llevársela a ese muchacho que camina solo por las calles o algo con qué cubrirlo en un día lluvioso. Fe significa ir donde un vecino al que no le has hablado en meses o años y ofrecerle orar por sus hijos o su matrimonio. Fe significa actuar cuando Dios nos pide que actuemos y, de paso, de la forma que Él nos pida que actuemos. En resumidas palabras, y siguiendo este patrón, deducimos que las obras no son más que la manifestación activa de la fe.

Espero que esto ejemplifique de alguna manera lo que quise decir con estudiar la Biblia y conocer a Dios libre de prejuicios y presiones. Creo que vivimos en tiempos en que el rumbo que le demos a nuestra vida es verdaderamente crítico. Creo que debemos buscar a Dios “mientras pueda ser hallado”. Creo que debemos dejar de “pretender ser la iglesia” sino “ser la iglesia”. Probablemente a más de alguno puede que no le agrade este tipo de vocabulario. Sin embargo creo que debemos de olvidar de preocuparnos por seguir un patrón de conducta en base a lo que mi familia, mi comunidad o aún mi iglesia indique. Necesitamos conocer a Dios en forma personal y dinámica. Necesitamos entender lo que realmente Él quiere que aprendamos. Necesitamos imbuirnos de las Escrituras y orar por dirección. Necesitamos que nuestra fe sea en realidad acción.

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