En estas últimas semanas, debido a la candidatura del Dr. Carson a la presidencia de los Estados Unidos, ha salido a relucir la religión que él profesa. De hecho la semana pasada apareció un artículo en CNN ahondando pormenores acerca de su fe religiosa. El artículo hace un análisis bastante detallado que comprende los orígenes de la iglesia incluyendo el rol de Elena de White, su actual organización y aportes en el área de la salud, y hasta menciona a un gobierno norteamericano empujando una eventual ley dominical. Personalmente diría que el autor fue bastante realista y equilibrado en su descripción. De paso no estoy hablando del trasfondo político o de si Carson reúne o no las condiciones para ser presidente.
Hay un aspecto no obstante que llamó significativamente mi atención. Se mencionó que Ben Carson no era precisamente un seguidor estricto de su religión y hacía alusión a que él se definía no como un adventista sino como un norteamericano que decidió seguir Jesús. Este aspecto ha estado dando vueltas en mi cabeza desde hace un buen tiempo. La pregunta para hacerse entonces sería ¿es diferente ser religioso a ser un seguidor de Cristo? ¿Qué es entonces la religión? ¿Qué significa ser un cristiano? Es interesante notar que al parecer la comunidad ve a las congregaciones cristianas sencillamente como conjuntos de personas que practican ciertas creencias. Aparentemente para muchos lo que diferencia a una religión cristiana de otra son simplemente sus dogmas. En otras palabras, religión sería sinónimo de tradicionalismo o cultura religiosa. Por lo mismo una gran cantidad de personas identifica a los adventistas por el hecho de que van a la iglesia el sábado, tienen muchas instituciones médicas y no comen cerdo ni beben alcohol, entre otras cosas. De la misma manera otros cristianos son conocidos unos porque hablan en lenguas, otros porque rezan o hacen mandas a los santos, y otros quizá porque predican por las calles.
¿Seré yo solamente parte de una iglesia más que es conocida únicamente por costumbres específicas? Aunque es loable que a los adventistas se nos conozca por asuntos positivos como el enorme aporte en la salud y educación, o por vernos cada sábado adorando a Dios en nuestras iglesias a través del mundo, me entristecería saber que no nos conozcan específicamente por ser fieles seguidores de Jesucristo. Es cierto, creemos en la necesidad de investigar la totalidad de lo contenido en la Biblia como la Palabra de un Dios justo, encarnada en Jesucristo y, por consiguiente, con la capacidad de proveernos todo lo necesario para la salvación. Pero me gustaría poder decir más o menos como Ben Carson “me considero alguien que tiene una estrecha relación y profunda fe en Dios… no en una serie de dogmas solamente. No se trata de debo hacer esto o no debo hacer esto otro. Yo creo en una dependencia completa y de permanecer en Dios.”
Las Escrituras muestran a un Dios Hijo abierto, activo, receptivo, tierno, que vive para servir y que quiere que entendamos que la felicidad y el todo del hombre no está en otra cosa que en seguir Su modelo de servicio. Jesús dijo que el mundo conocería a sus discípulos por el amor, la preocupación, que tenemos unos con otros. Jesús dijo que los corderos de su derecha serán los que alimentaron al hambriento, los que cubrieron al desnudo, los que visitaron a los solitarios. De hecho esto implica un punto muy solemne, hay quienes no han puesto un pie en una iglesia pero evidentemente tienen a Cristo profundamente en su corazón, aún sin notarlo.
Entonces, ¿será correcto que nos definan como adventistas? Por supuesto que está correcto, porque somos parte de tal organización y hemos hecho nuestras una serie de doctrinas cruciales. Sin embargo preferiría mucho más que nos definan como seguidores irrestrictos de Jesucristo, porque lo hemos aceptado como nuestro líder, porque Él es nuestra fuerza y el motor que nos impulsa, porque Él es quién transforma nuestras vidas y la de quienquiera le acepte como su Salvador, y también porque estamos a Su servicio en velar día a día por nuestro prójimo, ya sea con pan o abrigo, tanto literal como espiritual.