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Leyendo el capítulo 30 del libro de Isaías, al menos dos o tres veces hace unos días (les invito a leerlo también por cierto), noté que Dios se siente muy dolido cuando acudimos a algo o alguien (en este contexto, el rey de Egipto), en lugar de Él, cuando enfrentamos problemas. Por lo mismo, en lugar de beneficios, lo que viene son calamidades y penurias. Con dolor nuestro Dios observa como desechamos su consejo. Con aflicción ve que sus hijos se apartan para tomar su propio camino y buscar su destino. Por lo mismo les previene diciendo “aunque huyan en corceles, más veloces serán los perseguidores” o “ante la amenaza de uno, mil saldrán huyendo”. Que cuando busquen ayuda, encontrarán vergüenza.

Lamentablemente es muy natural que busquemos todos los medios posibles para tratar de solucionar nuestros problemas sin tomar en cuenta a Dios. Somos muy rápidos en buscar respuestas con varios médicos y todos los exámenes posibles cuando nos enfrentamos a una enfermedad seria. Quizá nos embarcamos en un gran préstamo o acudimos a un consejero en finanzas que nos ayude a solucionar nuestras deudas. Probablemente visitamos a un psicólogo o consejero familiar cuando enfrentamos crisis matrimoniales o con nuestros hijos. No estoy queriendo decir que estos profesionales o ayudas externas no sean idóneas. Muchas veces el Señor las usa con un propósito y son una gran bendición. Más bien apunto hacia dónde o a quién acudo en primera instancia. Esta sección enseña que nos ahorraríamos mucho tiempo y dificultades si ponemos las prioridades en el orden correcto.

Al leer en detalle este capítulo veo a Dios observando atentamente a su pueblo mientras busca protección en Egipto cuando es asediado por sus enemigos. El Señor incluso enumera excusas cuando es relegado a un segundo o tercer lugar:

  • Les envié profetas con la verdad, dice, y no quisieron escucharlos.
  • Les prometí protegerlos, añade, pero contestaron «huiremos en caballos».

Aparentemente cuesta aprender la lección. Los Israelitas enfrentan más bien humillación ya que Egipto no solo no los ayuda sino que además se burla. ¿No suena esto familiar? Me imagino que más de una vez nos hemos encontrado con personas que parecen aprovecharse de nuestro sufrimiento. Cuanto más en problemas estamos, mayor es el interés de los bancos, más somos oprimidos por los seguros médicos, más humillados somos por nuestros propios «amigos». En este capítulo, el Señor quiere casi rogarnos que optemos por El en primer lugar. De hecho probablemente el Señor tiene una solución inmediata. O es posible que tengamos que pasar por un número de pruebas. Sin embargo, no las enfrentaremos solos porque Cristo prometió “me invocarás y yo responderé” y “no los dejaré huérfanos, vendré a ustedes”.

Finalmente, después de bastante sufrimiento, aparentemente innecesario, los hijos reconocen su torpe actitud y acuden finalmente a su Padre celestial sometiéndose a su dirección. Es interesante como Dios nunca se cansa de esperar y pacientemente aguarda con los brazos abiertos. El Señor con mucha ternura recibe a su pueblo y les confirma su cuidado y dirección con esta promesa: «Ya sea que te desvíes a la derecha o a la izquierda, tus oídos percibirán a tus espaldas una voz que te dirá: ‘Éste es el camino; síguelo.'» NVI. Oro a Dios que nunca siga yo mis propios impulsos o instintos sino que haga de El mi primer y principal consejero y la Roca de quien asirme con todas mis fuerzas.

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