
De nuevo me voy a arriesgar a comentar algo que ha estado dando vueltas en mi cabeza por un largo tiempo pero que no he querido compartir sencillamente por no herir ciertas sensibilidades. Probablemente desde que tengo uso de memoria, recuerdo un texto bíblico inserto en un cuadro colgado en la pared de nuestro humilde lugar de culto en la ciudad de Coyhaique, en la zona austral de Chile. Ese cuadro había sido pintado hermosamente por doña Luisa Marín de Mejías. Cabe destacar que la hermana Luisa, una dama de aparente ascendencia europea, pacientemente vertía todo su talento en maravillosas pinturas que levantaban a Cristo y a su Palabra a pesar de tener sus manos ya bastante desfiguradas por la artritis. Y, bueno, el versículo grabado en aquella pintura, de la época de los 60s, es el que se encuentra en Apocalipsis 14: 12 que dice “Aquí está la paciencia de los santos, los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús.”
Antes de desarrollar la idea diré que tengo posiblemente la mala costumbre de muchas veces mirar el punto negro, sin reparar quizá en la gran página en blanco que lo rodea, al menos en ciertas áreas. Por ejemplo, en lo espiritual, generalmente tiendo a ver las imperfecciones propias o de mi congregación en lugar de enfocarme en las virtudes. No sé, me molesta tanto la actitud arrogante de los Fariseos, Saduceos y Escribas descritos en los evangelios, que siempre he rogado no estar cayendo en los mismos errores en mi ámbito eclesiástico.
Volviendo al texto, podemos concordar con certeza que describe a un grupo importante, leal, trascendente, consagrado, especialmente para esta etapa de la historia. De hecho, así lo percibí por muchos años. Es muy natural que al oír sobre un pueblo con tales virtudes, se levante el deseo de saber quiénes lo integran y, aún más, si yo pudiera ser parte de él. Pues bien, voy a tratar de exponer brevemente la interpretación que he asimilado por décadas, agregando, eso sí, ciertos matices. Como leímos, este conjunto de santos calza en dos moldes claramente especificados, es decir, 1) guardan los mandamientos de Dios y 2) tiene la fe de Jesús. Vamos entonces a disectar estos dos factores. Eso sí, por una razón práctica o didáctica, comenzaré con el segundo.
Seguramente muchos estamos familiarizados y hemos ahondado en este tema, pero, en beneficio de quienes no, diría que voy a utilizar el término transitividad, una propiedad que podríamos ejemplificar como: si «a» tiene una relación con «b» y «b» tiene la misma relación con «c», entonces «a» también tiene esa relación con «c». Y bien, aplicando de alguna manera esa propiedad, incluiremos dos versos más, Apocalipsis 12:17, y 19:10, en ese orden, para finalmente concluir que podemos leer el texto inicial como: “Aquí está la paciencia de los santos, los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el espíritu de la profecía.”
Muchos de mis amigos y conocidos aquí estarán quizá muy familiarizados con el concepto del Espíritu de Profecía. Sabemos que hay un conjunto de libros muy famosos que se conocen globalmente con ese título. Algunos de ellos son best-sellers y muchos los consideran inspirados por Dios. Aún una gran parte de ellos son calificados como libros proféticos. Diversos teólogos y eruditos han identificado a la autora como una profeta de los tiempos modernos. Sin embargo (y aquí es donde algunos, ojalá pocos, comenzarán a tirarme piedras) muchas veces me he preguntado por qué se optó por nombrarlos como “Espíritu de Profecía”. La interrogante que siempre ha gatillado mi cabeza ha sido si el nombre se debió lisa y llanamente a que estos libros son mayormente proféticos, o si se creó para que aquel título “calce” de alguna manera con lo designado en Apocalipsis 19:10 (y, por lo tanto, aplicable a Apocalipsis 14:12). De más está decir que esto tiene una implicancia enorme ya que la similitud salta a la vista. Quisiera aclarar que no estoy enfocándome en absoluto en la validez o no de lo que conocemos como el Espíritu de Profecía. Más bien estoy tratando de trazar una raya en forma honesta, enfocándome en la relación de ese título en particular con lo expresado en Apocalipsis. Si bien la autora fue, según muchos, una gran profeta, me pregunto qué indicación habría de que solamente sus libros aplicarían con dicho concepto, siendo que la Biblia está repleta de variados y grandes profetas. De hecho, ellos (los profetas) fueron precisamente quienes redactaron las Escrituras en su totalidad, por supuesto inspirados por el Espíritu Santo. ¿Qué es lo que estoy tratando de decir entonces? Lamentablemente el ser humano es muy dado a dar cosas por sentado. Me parce que, al usar el título Espíritu de Profecía, probablemente estamos asociando sin pensarlo, quizá subliminalmente, un concepto sin que sea ese de hecho el propósito. Quizá estemos levantando pilares que no son precisamente los más acertados. Lo que postulo es que “tener el espíritu de la profecía” nombrado en apocalipsis no indica precisamente que tengamos que aplicarlo a este conjunto de libros proféticos modernos, o lo que aquello involucre, por más valiosos que ellos sean. Por el contrario, a menos que algo indicara lo opuesto, implicaría un concepto mucho más global como sería el hecho de aceptar toda la profecía que Dios inspiró a través de su Palabra. Por supuesto, estoy consciente de que en este aspecto habrá múltiples opiniones y, de hecho, me gustaría escuchar ideas, especialmente si están desligadas de pre-conceptos.
Para ahondar aún un poco más y comprobar las implicancias de este remanente, decidí investigar ahora el primer factor del conjunto mencionado en Apocalipsis 14:12. Mi propósito sería verificar si los “mandamientos” se refieren, de hecho, al Decálogo o 10 Mandamientos. Ya he mencionado muchas veces que no soy un erudito en teología sino solo alguien que disfruta leyendo la Biblia, y extrayendo elementos y principios que puedo encontrar sin algún tipo de enrutamiento de parte de terceros. Afortunadamente la tecnología ha puesto al alcance de quienquiera un sinnúmero de herramientas de estudio, llámense concordancias, comentarios o diccionarios bíblicos, la mayoría de las traducciones disponibles, biblias transliteradas desde los textos originales, etc. Buscando una posible respuesta, lo propondría de esta manera: es posible que los mandamientos mencionados aquí pudieran hacer alusión al Decálogo pero no es conclusivo. Las razones a favor apuntan a que quienes siguen a la bestia, en oposición al remanente, transgreden los primeros mandamientos ya que, por ejemplo, adoran a un ente externo fuera de Dios, se hacen imágenes, o blasfeman el nombre de Dios. Es posible que también pudiéramos agregar el asesinar, o dar falso testimonio, por nombrar otros, que son también manifestaciones de la bestia y sus seguidores. Sin embargo, no hay evidencia absoluta. La palabra griega ἐντολὰς (entolàs) utilizada en los dos versos que estamos analizando, se puede traducir como mandatos, mandamientos, u órdenes y , por lo tanto, puede también referirse en general a prácticamente cualquier “así dice Jehová”. Dicho de otra manera, y dentro de lo que he logrado visualizar, los mandamientos mencionados aquí podrían aludir a, digamos, todo lo que sale de la boca de Dios, es decir, leyes, consejos, mandatos, pactos, etc. De ser así, la paciencia de los santos, que se muestra en el Apocalipsis, se estaría refiriendo a todos aquellos que guardan los mandatos que Dios expuso a través de la Biblia en su totalidad y aceptan toda la profecía en ella escrita.
No quiero de ninguna manera especular sobre algún tipo de error teológico. Absolutamente no. Lo que quería exponer es que debiéramos ser cuidadosos como cristianos en entender los temas bíblicos tal y como fueron expresados, sin tratar de forzarlos, poniendo palabras o elementos donde no existen. Yo sé que muchos quisiéramos encontrar en las características de los santos de Apocalipsis que se destaquen claramente los escritos de lo que llamamos el Espíritu de Profecía, pero tengo que reconocer que sería demasiada presunción. De paso, y hablando de presunciones, no logro comprender por qué el “salid de ella pueblo mío” significa que aquellas almas tengan que llegar necesariamente a nuestros libros para ser parte del pueblo remanente, pero ese es tema para otra discusión. Siguiendo el hilo, quise comentar esto como un llamado de atención a “no creernos la guinda del pastel”, como dice el dicho popular, dentro del ambiente espiritual. Pienso que existe un gran remanente de almas que aman y siguen al Cordero donde quiera que vaya. El tener un poquito más o menos de conocimiento no hace a alguien más o menos apto para el reino de Dios. Recordemos que los Fariseos e Intérpretes de la Ley, eran quienes más conocimiento tenían de las Escrituras y, sin embargo, Cristo los llamó hipócritas y sepulcros blanqueados. Hablando de la Ley de Dios, pensemos que no porque nosotros vayamos cada Sábado a la iglesia a adorar, significa que estamos de hecho cumpliendo los mandamientos. En realidad, guardarlos se evidencia en el quehacer del día a día donde verdaderamente mostramos quienes somos en la realidad, como en la relación con nuestra familia en la intimidad del hogar, o con nuestros vecinos o el entorno en nuestro ambiente laboral y negocios. Recordemos que el joven rico cumplía, según él, todos los 10 Mandamientos desde su juventud (y, en cierto modo, Cristo lo corroboró). Sin embargo, Jesús le explicó que algo le faltaba, algo de hecho sumamente importante, en rigor que dejara todo lo que tenía y, luego, le siga. En aquel incidente, Cristo dejó meridianamente claro que hay algo mucho más importante que pensar en los mandamientos solamente como una lista de verificación. Particularmente sostengo que los 10 Mandamientos son en realidad la consecuencia y respuesta nuestra a una condición que comienza bastante antes con una relación de amor con Jesucristo, y que se amplía como corolario a amar al prójimo, quienquiera este sea.
Entonces, ¿quién pienso que es este grupo del Apocalipsis que guarda los mandamientos de Dios y tiene el espíritu de profecía? Definitivamente no creo que sea una iglesia o congregación con nombre y apellido. Cualquier semejanza con la realidad, podría ser pura coincidencia. Diría, pues, que es el conjunto de personas que, como discípulos, con una convicción en sus corazones, dejan sus “redes” y siguen al Cordero por dondequiera que vaya. Un pueblo que cree en toda la profecía y entiende que Jesús volverá un día a reencontrase con sus hijos. Un pueblo que, habiendo conocido a Dios en forma directa y personal, ama y se preocupa por todo aquel que sea su prójimo. Un pueblo que, unido en Espíritu y oración, ama y atesora todo lo que proviene de la boca de Dios.