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En realidad, nunca imaginé que llegaría ser el cuidador de mamita, en especial después de que despidiéramos a mi padre a comienzos del 2018. Se me vino a la mente que, a medida que pasan los años, las nuevas generaciones, ya sea por decisión propia o necesidad, han reducido la “producción” de hijos, o aún han decidido no tenerlos del todo, como se está haciendo tendencia cada vez más en la actualidad. Esto por supuesto tiene ventajas y desventajas. Entre las desventajas, para efectos de este blog, está el hecho de que en algún momento los papitos alcanzan una edad en la que necesitarán, sin aún saberlo o notarlo, que sus hijos retornen, por así decirlo, parte de lo que los ellos hicieron por sus retoños en el pasado. Precisamente se dio esta desventaja, por ser nosotros solo dos hijos y por estar mi hermana muy lejos en nuestra madre patria (de paso, uno de los efectos nocivos de nosotros emigrar tan lejos de nuestro natal terruño). Para empeorar la contingencia, mis tres hijos, y sus amados, viven también muy alejados de aquí, haciendo que se produzca “la tormenta perfecta” de no tener absolutamente ningún pariente en las cercanías.

Generalmente uno no piensa ni prevé estas situaciones, las que simplemente aparecen y heredamos en algún momento. En mi caso, necesité hacerme cargo de mi madre, especialmente desde que comenzó un proceso, que tarde o temprano, florece con los viejitos y que tiene que ver con el tema de la demencia senil. Gracias al Señor, mi mamá ha gozado de una buena salud física hasta sus casi 93 años, los cuales llegarán el próximo 14 de Febrero, o sea el Día del Amor ❤️. Eso es, sin duda, una gran bendición. Sin embargo, los problemas mentales no dejan de ser significativos. Normalmente uno no se educa sobre el tema hasta que llega el momento, por lo que básicamente se va aprendiendo con la corriente.

El cerebro es, sin duda, muy complejo y, por tanto, las fallas en su funcionamiento comienzan a ocurrir en diferentes áreas. Según el oculista de mamita, una tomografía mostró daño en el área de su visión. Este deterioro, según el especialista, fue producto de un pequeño ACV (stroke) reciente el cual deducimos debió haber ocurrido sin siquiera nosotros darnos cuenta (posiblemente durante la noche) por la data del suceso. Potencialmente se deba a aquello, o quizá a otro ACV mayor que tuvo hace unos 7 años y que afectó el área de sus comunicaciones, ya que en aquel tiempo perdió el sentido del habla por un par de días (afortunadamente los médicos la trataron en menos de 20 ó 30 minutos, lo que permitió su rápida recuperación). Como sea, mi mamá tiene el problema de un retroceso gradual de lo que yo identifico como “espacio/temporal”, es decir paulatinamente va perdiendo la noción de los lugares y el tiempo. En otras palabras, muchas veces no sabe en qué mes o aún en qué año estamos viviendo. También tiene una confusión sobre el lugar en que se encuentra… por ejemplo, no está consciente de la dirección o ciudad en que vivimos o, en ocasiones, piensa que está en su país, o aún en su Coyhaique natal. Estos detalles no son en sí un gran problema y generalmente necesitan solo de nuestra buena dosis de paciencia y atención. Lo más preocupante, en el caso de mamita, es que, por ejemplo en ciertos momentos, y aparentemente pensando que es una época de frío (aún en pleno verano), ha tendido a encender papeles con fuego en la cocina y los ha llevado hasta la chimenea (que funciona a gas, en nuestro caso) pensando en calentar la casa. O en otros ha juntado algunas ramas alrededor de la cocina, pensando que está quizá en otro sitio, planeando hacer una fogata o algo parecido. En algunas ocasiones puso al fuego de la estufa una tetera eléctrica y otros artículos sin entender que terminarían ardiendo. Siempre digo, en tono de broma, que lamentablemente mi viejita resultó algo pirómana. Afortunadamente hemos estado cerca para que no pase a mayores. Por supuesto, ella necesita estar constantemente vigilada. Sin embargo, mirando el vaso medio lleno, ella sí recuerda muy bien a los individuos, sus caras y nombres, y tiene una percepción clara de las personas que la rodean y conocidos, lo cual es muy gratificante porque no se ha perdido ese tipo de comunicación.

En cualquier caso, la razón de escribir esto nació de que justamente hoy yo estoy sintiendo algunos malestares físicos y nació en mi la preocupación de qué pasaría con mamita si algo me ocurriera a mí en lugar de ella (como algún problema de salud que me mantenga en cama o, peor aún, que requiera algún tipo de internación). No he mencionado que gozamos de una tremenda bendición, a saber, que el estado de California provee el beneficio de pagar a una cuidadora que la acompaña y ayuda por 40 horas a la semana. Esto, por supuesto, es de enorme ayuda porque me permite dedicar ese período de tiempo a mis horas de trabajo (no sé qué haría de lo contrario). Sin embargo, yo debo preocuparme de ella pasadas esas 8 horas diarias y los fines de semana. El asunto es que, al no tener a alguien de confianza cerca, como mencioné antes, no tengo un “Plan B” si algo llegara a pasar. Por supuesto he pensado en la necesidad de hacer buenas amistades. De hecho, nos mudamos a una nueva ciudad hace menos de dos años. Sin embargo, por estar permanentemente en casa no tengo forma de socializar (o, al menos no tengo claro cómo lograrlo) lo que conduce, por así decirlo, a un círculo vicioso. En realidad, no lo había pensado, pero aparentemente este tipo de asistencia a los padres trae como consecuencia un cierto grado de disociación o segregación de la sociedad que nos rodea y uno se torna en una especie de ermitaño.

En fin, seguramente quienes me hagan el favor de leer esto quedarán tal vez con algunas dudas por falta de detalles específicos. Quizá más de alguno(a) tendrá sugerencias dentro de sus propias experiencias. Por supuesto agradezco de antemano sus comentarios. De hecho, este es uno de los pocos medios que me permite “socializar”. A diferencia de otros artículos que he escrito, este es algo más pesimista ya que no presenta ideas ni, menos, soluciones. No obstante, si hay algo que destacar, quisiera dejar en mente lo que ahora valoro en cuanto a que las familias se mantengan unidas en el tiempo y, en lo posible, con cierta cercanía física. A esta altura comprendo que tarde o temprano llegará el momento en que necesitemos estar allí para alguien. Como ocurre cuando fuimos jóvenes, cuando generalmente no pensábamos en enfermedades y, por ende, no tomábamos ninguna precaución en cuanto a estilos de vida o seguros médicos, por ejemplo, es posible que el tema de los padres mayores no sea algo que aparece ni siquiera en el horizonte solo hasta que llega como invitado de piedra y nos toma sencillamente por sorpresa. Recuerdo que hay culturas, especialmente de origen asiático, que toman muy en serio este punto y lo planean como algo necesario y valioso y nos dan un ejemplo muy significativo. Tengo un compañero de trabajo, oriundo de uno de los países en la Península Indochina, cuyos padres y hermanos, que son unas seis familias, viven todos a no más de tres o cuatro bloques de distancia en una ciudad del área. No estoy sugiriendo que esta sea una norma a seguir. Nuestra cultura es mucho más individualista y muy poco probable de modificar aún en décadas, si no siglos. Más bien apunto a las nuevas generaciones pensando que, a pesar de las diferencias, problemas, formas de pensamiento, rencillas, o lo que sea, conviene de cualquier manera, que las familias hagan un esfuerzo por lograr mantener un cierto tipo de cercanía física que permita estar allí cuando uno de los miembros pase a estar entre los heridos, especialmente los padres. En resumen, pidamos a Dios sabiduría, algo que en forma natural escasea en nosotros, que nos permita observar, analizar, discutir, o planear de modo que obtengamos alternativas para que, cuando se presenten situaciones inesperadas, logremos encararlas según el Señor nos guió a confrontarlas.

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